Preciosa, aquel beso en la boca casi me hizo enloquecer

miércoles, 4 de enero de 2012

Día seis.Cuanto más lejos estás más me cuesta respirar.


Desperté tarde, serían quizá las once o las doce. Andrea ya no estaba a mi lado. ¿Qué camino estaba siguiendo? ¿Qué coño estaba haciendo con mi vida? Ahora, por unas putas copas había dado un cambio radical a todos mis principios. A todo lo que yo había creido, todo lo que había seguido a raja tabla a la puta mierda por una noche. ¿Y Amanda? Amanda... La pasada noche me había olvidado completamente de ella. Con lo que yo la amo, con lo que yo daría porque ella estuviera a mi lado... ¿Ahora? No podría soportar el vivir con la carga de haberle sido infiel, y mucho más en el estado en el que ella estaba. Decidí salir corriendo hacia el hospital. Necesitaba contarselo a Amanda, aunque ella no pudiera respoderme. Llegué al hospital en 20 minutos. Fui practicamente corriendo hacia la habitación 226. Abrí la puerta sumamente despacio, tal vez tenía miedo de despertarla, aunque sabía que eso no ocurriría. Entré con los ojos cerrados, deseando que estuviese incorporada en la cama y sonriendome, diciendome que no había ningún porblema que solo existiamos ella y yo, nadie más. Pero lo que encontré al abrirlos fue un panorama muy diferente. Allí estaba solamente una enfermera, colocando unas sábanas. Lo primero que se me vino a la mente fue lo más trágico: ¡Había muerto, Amanda ya no estaba!
- Señor, ¿puedo ayudarle en algo? -me dijo la enfermera practicamente susurrando.
- ¿Dónde está Amanda? ¿Dónde está la chica que estaba en esta habitación? .-casi estaba gritando, tenía que relajarme. Al fin y al cabo tenía que estar preparado para todo..., ya había pasado mucho tiempo. No pasaba nada. Seguro que solo la habían trasladado. Demasiados pensamientos me inundaban la mente.-
- Ah, a la señorita Amanda se la llevan al Hospital privado del país de sus padres, de Reino Unido. Han comentado que es lo mejor. AY a decir verdad, allí están mejor preparados para enfrentarse a este tipo de casos. De todos modos, no se preocupe si necesita hablar con sus padres, me parece que los señores iban hacia recepción a cubrir algunos de los papeles necesarios para el traslado.
- Gracias. Ahora mismo voy hacia allí.- Suspiré aliviado. Estaba bien, no le había pasado nada. Pero, ¿Reino Unido? Yo no podía irme. No podía. Tenía un trabajo. No podía dejarlo todo tirado. Pero tampoco podía dejarla a ella tirada. Joder, que mierda de vida. Corrí hacia recepción, deseando con todas mis fuerzas que estuvieran todavía allí Carmen y Antonio. Necesitaba hacerles entrar en razón. Necesitaba que se quedara aquí para poder verla cada día. La necesitaba. Necesitaba su presencia, solamente su respiración.
Llegué allí. Me encontré de frente con Antonio. Me asaltaron unas ganas tremendas de darle u puñetazo en la cara, pero saqué fuerzas de dónde ya no tenía y le saludé.
- Buenos días, joven.
- Antonio, por favor necesito hablar con vosotros. No os la podéis llevar. No la podéis llevar de mi lado. Antonio, joder, que no podéis.- las lágrimas se deslizaron por mis mejillas. Las mejillas de un chaval de 26 años que amaba más que a su propio ser.
- Álex. No queríamos avisarte ahora. Sé que resulta insensato, pero tenemos que llevarla ahora. Nos han dicho que en Reino Unido, en nuestro país existen médicos capaces de tratar este tipo de casos. Álejandro es nuestra última esperanza. Y la de Amanda.
No supe que decir. Me quedé mudo. Las lágrimas seguían brotando, sin cesar. Me fui de allí. No podía más, necesitaba respirar el aire puro, necesitaba acomodar cada pensamiento.
Amanda se iba lejos. Muy lejos. Ya no podría llevarle rosas rojas, en señal de que la amaba. Ya no podría contarle mis problemas, y lo mucho que la echaba de menos. Todo era una jodida mierda.
En ese momento recordé como después de haber pasado casi seis meses en Londres, enamorados como locos, le dije que se viniera conmigo a España, a Barcelona. Ella simplemente sonrío, me besó y dijo:
-Sí así estoy a tu lado, movería la luna, el sol y el universo para poder verte y besarte cada día. Amarte como si no existiese un mañana.
Me tiré en un banco y encendí un cigarro. Tenía que conseguir irme a Londres de nuevo. Necesitaba ir con ella. Era mi respiración, mi mundo, era cada uno de los latidos de mi corazón.

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