Preciosa, aquel beso en la boca casi me hizo enloquecer

miércoles, 4 de enero de 2012

Día siete. No sabía que lo más bonito, sería también lo más doloroso


Respiré profundamente. El frío me estaba congelando cada uno de mis huesos, y era incapaz de dejar de llorar. Parecía un niño pequeño. Daba vergüenza. Quería despejar todos esos pensamientos, pero no era capaz. Decidí acercarme hacia la editorial, necesitaba que me dejasen seguir con mi trabajo, pero vía internet. Les seguiría mandando las entrevistas, la columna de opinión y lo que me pidiesen, trabajaría incluso el doble para poder estar con ella. Cuando llegué Morgana me saludó con una simple sonrisa, como siempre. Era alta, guapa, morena de ojos marrones, el primer día que llegué me enamoré de ella. Hasta que me dí cuenta de que era lesbiana. Sí. Yo y mis gustos. Entré en el despacho de Luis, mi jefe. Tenía miedo, ese hombre intimidaba a cualquiera. Intenté estar lo más seguro que pude.
-Hola, Luis. ¿Se puede? .-me asomé desde la puerta.
-Me miró de arriba abajo y asintió.- ¿Que es lo que quieres a estas horas chaval?
-Tomé aire, respiré profundamente y lo solté todo de golpe.- Luis, usted sabe que mi prometida está en coma. Está en el hospital, pero lleva demasiado tiempo sin dar alguna señal, y a medida que pasan los meses, más bien los días, las esperanzas porque eso pase se agotan. La única esperanza posible es marcharse a Londres. Allí hay unos doctores que saben llevar este tipo de casos. El traslado será pronto, dentro de tres días. Todos los tramites los han llevado sus padres. Yo me acabo de enterar. Luis, lo que quería pedirle era que me dejase ir a mi, yo seguiré cumpliendo con mi trabajo como hasta ahora, se lo prometo. Le enviaré todas las noches el trabajo del día siguiente, de verdad...-las lágrimas comenzaban a resvalar por mis mejillas, era incapaz de contenerlas.- Se lo suplico, por favor, tiene que dejar que vaya.
-Álex. Tú trabajo para con nosotros ha sido siempre espectacular, gracias a ti y a tus columnas nuestra revista a pasado de estar a la cola , a estar entre los números uno. No te puedo rechazar nada. Ve. Confío en que cumplas tu promesa.- Se acerco a mi, y me abrazó.- Pero, te daré un consejo: No olvides que aquí están los tuyos. No olvides jamás que este es tu hogar.
-Me giré y le intenté sonreír.- Le prometo que nunca olvidaré eso. Adiós jefe, y muchas gracias por todo.
-Adiós Álex, espero que todo salga bien.
Salí de su despacho corriendo. Tenía que preparlo todo y despedirme de todos. No sabía si estaba preparado para eso. De nuevo solo en un país que practicamente desconocía. Otra vez en Londres. Dónde había conocido al amor de su vida, a Amanda.
Era una tarde oscura y fría de invierno, la gente iba con sus gorros y sus guantes. Al igual que ella. Llevaba una cazadora de piel marrón, unas botas marrones y unos pantalones ajustados vaqueros. En sus manos llevaba un capuchino de estos del Starbucks. Sonreía a otra chica que caminaba a su lado. Cuando la ví, no pude evitar sentir que el mundo se paraba que mis pies ya no estaban sobre la tierra, que la gravedad desaparecía. Me acerqué hasta ellas como un perfecto caballero español, sonreí.
- My ladies, You are very beautiful.-como veís no sé hablar inglés. Tan solo tres o cuatro frases que me enseñaron en secundaria y bachiller.
Ellas sonrieron al escucharme. Más que sonreír se rieron. Me habló su amiga, también era guapa, pero yo estaba eclipsado por Amanda.
-Ey, ¿eres español?.- Me sonrío ella-
Había quedado fatal. Fatal no, lo siguiente. Me avergoncé y me sonrojé levemente, pero sin dejar de sonreír.
-Sí.-reí.- ¿Tanto se nota?
-Bastante.-dijo Amanda.- Pero no pasa nada es un buen paso intentar ligar con dos inglesas.
La miré. No era tonta esta chica.
-¿Ligar? Intentaba ser un caballero e invitaros a un café o algo así, que dos chicas tan guapas no podéis pasar frío.- les guiñé un ojo.
Su amiga se disculpó y dijo que tenía que marcharse a estudiar, que mañana tenía un examen muy importante. Entonces ella y yo nos quedamos solos. Parecía como si nos conociesemos desde hace años. No dejamos de hablar, de sonreír y de gastarnos bromas. La llevé a casa y como suele hacer un buen chico (y listo), la besé en la puerta. Le dejé el libro que llevaba en la mano (en dónde anoté mi número de teléfono, mi e-mail, mi tuenti, mi facebook, y mi twitter), con esperanzas de volver a verla. Y así fue. Nos enamoramos como locos. Jamás pensé que ese sentimiento existiera, pero es real, os lo juro. Y es el sentimiento más bonito que puede existir, por encima de el cariño, por encima del placer, el amor es lo mejor de este mundo. Es lo mejor que he sentido en mi vida, y ahora toda esa felicidad esta en la cuerda floja.

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