Preciosa, aquel beso en la boca casi me hizo enloquecer

miércoles, 4 de enero de 2012

Día 4. Si duele un recuerdo, te cura el olvido.


Andrea llegó al hospital cuando yo todavía dormía. Se acerco hasta mi lado, yo estaba en ese momento del sueño en el cuál lo oyes todo pero no puedes responder. Se sentó en el borde de la cama y susurró: "Álex, ¿cuándo te darás cuenta de que perdiste la luna por perseguir a una estrella?". Andrea y yo habíamos estado juntos haría unos seis o siete años. Había sido un romance de unos seis meses, pero muy intenso. Con ella aprendí lo que era la libertad, la locura..., pero éramos demasiado jóvenes, y el destino es injusto; o quizás un héroe.
- Cariño, ¿a dónde vas con esa ropa?
-Andriu, voy contigo.- sonreí de mala gana.
- Álex, no vas a venir, hoy no me apetece otra escenita de celos como el otro día.
- No la hubiera tenido si no te hubieras estado frotando toda la noche con el Mateo ese.
- ¿Frotando de qué, gilipollas?. Estaba bailando.
-Lo que tú digas, pero aquel retrasado la tenía como un pino.
-¡Eres un subnormal!
- ¡Ah, joder! Lo que me faltaba, ahora le defiendes... ¡Tócate los huevos!
- ¡Que te jodan Álex, se acabó!
Recogió sus cosas y salió de mi piso. No supimos nada de ella en cinco meses y cuando volvió lo hizo junto a un tío todo petado que se llamaba Arturo. Daba asco, daban asco, y yo sentía ganas de matar a aquel gilipollas. Pero todo se quedó ahí, duraron lo que un hielo en un whisky. Creo que Andrea nunca llegó a superarlo, pero yo lo hice, y gracias a eso conocí a Amanda.
Amanda es rubia, no muy alta, delgada. Tiene unos ojos que llaman la atención allá a dónde vaya, un cuerpo que quita todas las penas, y una sonrisa preciosa. Comenzamos a amarnos muy rápido. Con ella conocí el amor, la felicidad y legué a tocar el cielo con las manos...
De repente noté unos labios apretados contra los míos. Era Andrea. Me estaba besando.

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